Ella lo mira.
Analíticamente,
estudia cada uno de sus vértices.
Él la mira.
Con voracidad,
imagina cada uno de sus pliegues.
Ella se dirige a él.
Cuidadosamente,
evalúa el peso específico de cada una de sus partes.
Él se dirige a ella.
Bélico,
abandona sus manos.
Ella descifra la densidad de los líquidos que se encuentran en proceso de ósmosis,
en ese mismo momento.
Él ya no controla ninguna de sus células
y su cuerpo se hace agua.
Ella calcula la duración de un orgasmo.
Él ya no es él.
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