Desnuda,
camina entre sus brazos.
Baila satánicamente
melodías que estallan en su cabeza.
Un vórtice sutil la envuelve.
Contra la pared,
inventa la psicodelia.
Sabe que será la última.
Pinta la pared con su sudor y continúa con la danza que los eleva.
Desnuda,
marca el límite sin límite
de una habitación
que jamás volverá a verla.
El pequeño poñy en el microcosmos no dejaba de robarle aliento.
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