viernes, 16 de julio de 2010

Sabor a chicle

Ella habla, habla y habla.
Él le sonríe a su desfachatez.


Ella no piensa, sólo dice 
y eso les gusta a ambos.


"Me caés bien vos".
Ella siente que el piso comienza a derretirse.


Cada tanto, espía su reloj, porque sabe que el tiempo se escapa.
Él no dice mucho
y ella, cuando se acuerda de pensar, siente miedo.


Acerca su silla.
Ella se relaja.
Él no puede irse sin darle un beso.
Ella no puede quedarse sin darle un beso.


Ella piensa que ese chicle y su boca logran el sabor que todos los besos deberían tener. 
Y se lo dice.
Además, su boca es suavecita.
Y se lo dice.


Ella se siente 
pequeña
indefensa
estúpida
y él
él, no sé.


Los impedimentos naturales importan poco.
Sus perfumes se mezclan y ella piensa que deberían vender esa mezcla en París.


Él tiene que correr.
Ella flota.


(Charlamos un montón, nos dimos unos besos increíbles, cogimos fugazmente y te fuiste. Fue difícil sacar tu perfume de mis manos. Menos mal que vivís tan lejos...)


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