La niña pregunta por qué,
mientras los políticos sonríen cómplices esperando sentados en sus mesitas de té.
“¿Por qué?”
4 jinetes la saludan desde la ventana. Ella sonríe. Nerviosa, cierra la puerta con llave
y enjuaga sus manos.
La gente transita cubierta, y en las casas, todos huelen a alcohol.
El suelo tiembla.
La gente mira sin entender y reproduce sonidos a través del manto celeste que los separa de la muerte… O al menos, eso creen. Todos enjuagan sus manos.
Ya nadie sabe qué creer. Los políticos a veces no sonríen, y observan pensativos desde sus autos blindados.
No se puede correr
y el aire se ve amenazado por unas tijeras.
La niña piensa en dar 4 pasos atrás, pero el papel del libertador no ha aparecido aún en escena. De reojo, saluda a los que deambulan y se enjuaga las manos.
La peste paranoiquea al transeúnte.
Los diarios encienden el motor,
y el comunicado oficial intenta desbaratijar una alerta que él mismo comenzó.
Los suministros se funden en el pánico colectivo.
Dos almas de metal, vienen a llenarse de cuerpos vacíos.
Mientras los muertos oscilan, sin saber en qué categoría entrar.
La niña olvida.
“Enjuágate las manos, corazón”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario