lunes, 22 de junio de 2009

Enjuágate las manos



La niña pregunta por qué,

mientras los políticos sonríen cómplices esperando sentados en sus mesitas de té.

“¿Por qué?”


4 jinetes la saludan desde la ventana. Ella sonríe. Nerviosa, cierra la puerta con llave

y enjuaga sus manos.


La gente transita cubierta, y en las casas, todos huelen a alcohol.

El suelo tiembla.

La gente mira sin entender y reproduce sonidos a través del manto celeste que los separa de la muerte… O al menos, eso creen. Todos enjuagan sus manos.


Ya nadie sabe qué creer. Los políticos a veces no sonríen, y observan pensativos desde sus autos blindados.

No se puede correr

y el aire se ve amenazado por unas tijeras.


La niña piensa en dar 4 pasos atrás, pero el papel del libertador no ha aparecido aún en escena. De reojo, saluda a los que deambulan y se enjuaga las manos.


La peste paranoiquea al transeúnte.

Los diarios encienden el motor,

y el comunicado oficial intenta desbaratijar una alerta que él mismo comenzó.


Los suministros se funden en el pánico colectivo.

Dos almas de metal, vienen a llenarse de cuerpos vacíos.


Mientras los muertos oscilan, sin saber en qué categoría entrar.


La niña olvida.


“Enjuágate las manos, corazón”.

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