Sus ojos recorren su conciencia
y suscitan
palabras
que exorcisa cuando son escuchadas.
El teléfono suena
y suena
y suena
y suena.
Y su cabeza ya no puede ni con sus propios pensamientos
-mucho menos con los del resto-
Sus cervicales ceden.
Intenta mirar por detrás,
pero su mirada se corta con el agua.
El teléfono suena
y suena
y suena
y suena.
Y allí está.
Espera que la ciudad
-por motus propio-
se vuelva suya.
No hay comentarios:
Publicar un comentario