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sábado, 11 de julio de 2009
domingo, 5 de julio de 2009
A veces, me enredo
A veces, él tiene que recordárselo.
Ella lo sabe, pero la lana roja de su mente se enreda y hace que pierda la noción. Entonces su corazón empieza a girar sobre su propio eje y alrededor de su cuerpo. Intenta ahorcarla con su propia aorta, pero ella resiste. Se susurra a sí misma que no se puede así, que no conviene.
Él, desde lejos, con miedo a bañarse de sangre por la explosión, le grita con bronca que ya no se puede así, que no conviene.
Su corazón lo escucha y comienza a entender (aunque sabe que esa no es su función). De a poco la lana roja de su mente también va desenredándose y comienza a descender, vértebra a vértebra, hasta llegar a su pecho. Es ahí cuando todo vuelve a sí mismo. Es ahí cuando ella vuelve a sí misma... Hasta entender, hasta sentir lo que conviene.
Él comienza a acercarse, hablando cada vez más bajito. Besa su sien, entra al baño y cierra la puerta.
Ella, sola consigo misma, deja de pensar.
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